La primera vez que oí el término "materialidad" quedé hechizado por su sonoridad. En aquel momento no sabía a ciencia cierta qué expresaba, qué contenido tenía. Dado que la arquitectura es, en parte, combinación de materia y vacío me era necesario conocer el alcance y el valor absoluto del concepto.
A día de hoy definiría la materialidad como la cualidad física asociada a un espacio para el enaltecimiento y concreción de su carácter y de la respuesta provocada en los sentidos. Textura, brillo, formato, material... todos ellos aspectos de la materia que definirán la condición del espacio que envuelven y crearán una reacción al habitarlos.
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Termas Vals - Peter Zumthor |
No obstante es más importante comprender que la materialidad no debe ser un deseo o un impulso del arquitecto sino una derivada de las solicitudes atribuidas al espacio. Es decir, a la par que se define geométricamente el espacio, nos debemos plantear cuáles son los requisitos físicos que atañen al encargo y al espacio (iluminación, temperatura, acústica, tacto) y escoger la opción más honesta. Esto que parece una evidencia por desgracia hay veces que no se constata.
Los materiales, a veces, son utilizados como símbolos. La materialidad queda simplificada a un etiquetage definido al final del proceso creativo. Me refiero a que se gesta el edificio por dos vías inconnexas. La elección material se separa de la proyectual. Esta práctica, bajo mi punto de vista, se hace presente principalmente en dos tipos de actuaciones. Los edificios con aspiración iconográfica y los edificios SOSTENIBLES (el uso de mayúsculas es para remarcar el carácter publicitario que los encarna). Del primer tipo citaría la Torre Agbar. Ya sé que es un ejemplo algo aborrecido pero todos lo tenemos visualizado. Se ha dicho tanto que no merece recibir más. El segundo caso se refiere a edificios dotados de mecanismos y soluciones constructivas (lamas de "aluminio", cubiertas ajardinadas, placas fotovoltaicas, solares...) orientadas a dotar al edificio de una imagen preconcebida y su posterior encasillamiento dentro de la categoría sostenible. En cierto modo esto no es tanto una crítica como sí una reflexión. Casi todos, alguna vez, hemos tomado de decisiones fruto de nuestro deseo. La pulsión del deseo nos suele llevar a ser esclavos de la imagen proyectada. Se hace difícil frenar el deseo.
En la actualidad vivimos esclavos de la imagen. La publicidad lo cerca todo. La arquitectura se haya en cierto modo supeditada a las directrices publicitarias. Quizá este sea un buen tema para desarrollar en una entrada posterior.
Hecha esta consideración añadiría un handicap; la materialidad no puede ser representada en su entera significación con imágenes. La materialidad de un objeto, para ser conocida, hay que experimentarla. La temperatura que radia el material, si lo tocamos, su superficial, su textura, la iluminación reflejada a lo largo del dia, el sonido al pisarlo, etc. Es decir, el arquitecto debe presentir su obra (desde la perspectiva del usuario) para tomar las decisiones adecuadas.

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